Este artículo fue elaborado por el equipo de Food Retail Italia, representante oficial de las ferias internacionales Cibus y TuttoFood Milán en América Latina.
Hay un hilo común que recorre el continente latinoamericano, desde los centros digitales de São Paulo hasta las avenidas de Ciudad de México, pasando por los mercados de Bogotá y Santiago: la creciente sofisticación del consumidor. Ya no se trata de un mercado emergente guiado por el precio, sino de un mosaico de consumidores ágiles, selectivos y sorprendentemente informados. El consumidor latinoamericano de 2025 es un agile shopper: digital, consciente, saludable y capaz de moverse con inteligencia entre canales, promociones e identidades locales.
La región, con más del 80 % de la población conectada a través de smartphones, es hoy una de las más activas digitalmente del mundo. Las redes sociales se han convertido en el motor principal de las decisiones de compra: TikTok, Instagram y Facebook son ya auténticos escaparates emocionales, donde la búsqueda de autenticidad y la recomendación de pares pesan más que la publicidad tradicional. Sin embargo, lo digital no sustituye la dimensión humana: los consumidores latinoamericanos reclaman de las marcas una historia, un rostro, un contacto real. La tecnología actúa como puente, no como barrera.
La selectividad es el segundo pilar. En un contexto macroeconómico marcado por la volatilidad y la presión sobre el poder adquisitivo, la disciplina en el consumo se ha transformado en una competencia colectiva. El value for money no es una estrategia de ahorro, sino una filosofía cotidiana. En México domina el consumidor orientado a las promociones; en Brasil, el leal y tecnológicamente avanzado; en Colombia, el comercio móvil se impone como norma; en el Cono Sur predomina el escepticismo hacia las marcas y la búsqueda de autenticidad local.
La salud y el bienestar —físico, mental y ambiental— atraviesan todas las decisiones de compra. En América Latina, el wellness ha dejado de ser un nicho premium para convertirse en un criterio transversal que influye incluso en categorías tradicionales: desde la alimentación hasta la limpieza, del beauty a los productos para el hogar.
Las diferencias generacionales amplifican esta diversidad. La Generación Z es puramente digital: vive en las redes, compara, investiga y combina autoexpresión con autocuidado. Los Millennials representan la generación del equilibrio: conscientes de la salud, pragmáticos y expertos en comercio electrónico. La Generación X sigue siendo el pilar de la estabilidad, fiel a las marcas locales y a las rutinas del comercio tradicional. Los Boomers, por su parte, son los guardianes del valor: priorizan la frescura, la sostenibilidad y la seguridad, reducen el desperdicio y apuestan por la cercanía.
Esta variedad convierte a América Latina en un laboratorio privilegiado del consumo contemporáneo. Aquí la tecnología se cruza con la tradición, el precio con el valor, y el individualismo con el sentido de comunidad. Y es precisamente esa capacidad de equilibrar emoción y racionalidad, innovación y raíces, la que hace del consumidor latinoamericano uno de los más adaptables e interesantes del panorama global.
Las empresas que sepan interpretar esta complejidad —con autenticidad, flexibilidad e inteligencia cultural— descubrirán que el futuro del consumo mundial habla con acento latino.
				
													
													
													
													
													
													


















