Este artículo fue elaborado por el equipo de Food Retail Italia, representante oficial de las ferias internacionales Cibus y TuttoFood Milán en América Latina.
Los retailers europeos abren sus lineales a culturas y sabores que no imitan, sino que dialogan
Europa está cambiando. Es, quizás, el mayor interrogante de quienes miran más allá del presente y se preguntan por la sostenibilidad del modelo europeo en los próximos veinte años. Los analistas dudan de que el equilibrio actual pueda mantenerse. Vivimos una época en la que el envejecimiento de la población es un hecho irreversible y muchos países europeos han abierto sus puertas a la inmigración para compensar los desequilibrios sociales y económicos, con resultados dispares y no siempre lineales.
Lo que sí es seguro es que el “consumidor europeo” ya no es el mismo de hace diez años. Hablar hoy del consumidor italiano, español o alemán significa referirse a un mosaico cultural nuevo, donde identidades y hábitos se entrelazan. En Italia, los inmigrantes representan ya cerca del 10 % de la población, con picos superiores al 20 % en el norte. En España, el fenómeno es aún más notorio: en menos de una década la población ha crecido en cinco millones de personas, casi todas de origen extranjero.
Cuando se producen transformaciones demográficas de tal magnitud, las consecuencias económicas son inevitables. Y el mass market retail, reflejo directo de los comportamientos sociales, es uno de los primeros sectores en sentir el impacto. Hasta hace pocos años, la oferta de los supermercados europeos estaba compuesta casi exclusivamente por productos “locales”. Hoy ya no es así. Los productos procedentes del norte de África o de Sudamérica —antes confinados en la categoría “étnica”, como si pertenecieran a un mercado paralelo— se han convertido en parte estructural del carrito europeo y, en muchos casos, en verdaderos superventas.
El ejemplo del aguacate es revelador: considerado un superalimento, símbolo de una dieta sana y global, ha alcanzado volúmenes de consumo extraordinarios. En España, especialmente en las Islas Canarias, se cultiva desde hace décadas; y ahora también en Italia, incluso en Sicilia, se ha iniciado su producción. Del mismo modo, numerosos productos originarios del norte o centro de África comparten similitudes con los sudamericanos y están ganando espacio en los lineales europeos.
Las barreras que antes limitaban la entrada de los grandes productores extraeuropeos se están desvaneciendo. No se trata de imitar productos mediterráneos, sino de ofrecer en Europa especialidades auténticas, con identidad y tradición propias. Es un cambio estructural, ya consolidado, que quizá aún no se percibe del todo al otro lado del Atlántico. Pero ha llegado la hora de comprender su verdadero potencial: porque esta nueva Europa del consumo ya está aquí.
				
													
													
													
													
													
													


















